Por Julio Conesa
Parece que han pasado los años en que los políticos que se estrenaban con la democracia, descubrieron las potencialidades de la Policía Local.
En aquella época, se acordó la incorporación de los cuerpos de policía local a la Ley Orgánica, se definieron competencias, se nos reconoció la condición de agentes de la autoridad, la necesidad de la coordinación de los cuerpos por parte de las comunidades autónomas, la integración de sus responsables en las juntas de seguridad, la necesidad de dotarnos de una formación que permitiera una mayor profesionalización, la exigencia de una formación básica de ingreso, etc.
Incluso, las leyes de coordinación de los cuerpos de policía local se han ido aprobando dentro de ese impulso inicial, manifestando en ellas, la voluntad legislativa de ir avanzando y consolidando un modelo policial en el ámbito de la seguridad local, profesional, próximo y cada vez más eficaz.
Sin embargo, la realidad diaria dista mucho de este espíritu, de este ideal. La mayor parte de los políticos de derechas comparten una visión utilitarista de las policías locales y no reclaman más que estén a su disposición y en ocasiones ha habido que pararles los pies con sentencias judiciales en las que ha quedado claro que determinadas labores usuales, cotidianas, domésticas, no corresponden. Pero no solo de la derecha. Un importante número de políticos de izquierdas asumen como propios estos planteamientos, los interiorizan e incluso van más allá.
Por último, los de la izquierda transformadora, en general, escurren el bulto para no hablar de policía, no sea que no se les entienda. Olvidando con ello, que la seguridad pública representa uno de los pilares, uno de los derechos básicos de ciudadanía junto a la educación, la sanidad y la dependencia.
Llegados a este punto, se entiende como se banaliza con el servicio público de seguridad local, como se aborda con absoluta frialdad el menosprecio, como se imponen ideas absurdas que tienden a infravalorar la importancia de este servicio, trasladando la idea de que poco más o menos se podría desarrollar por cualquiera y en cualquier condición.
A esto nos está conduciendo el proceso de desprofesionalización que estamos viviendo, con las mayores tasas de temporalidad y precariedad jamás vistas. Con las absurdas y peregrinas ideas que un día sí y otro también se le van ocurriendo al político de turno.
Ahora vigilantes de playa, vigilantes de noche, informadores de la convivencia, observadores de la movilidad, espantapájaros de ladrones……
Lo absurdo se está convirtiendo en moneda de cambio a ver quien se le ocurre la mejor estupidez.
Y mientras tanto, los servicios de policía local abandonados, sin proyecto, sin planes directores, sin saber qué proyección de futuro, que prospectiva, como imbricar bien y mejor en la sociedad, cómo hacer avanzar en eficacia y complicidad con la ciudadanía a la que sirven y de la que forman parte.
Artículo publicado en Levante-EMV: https://tinyurl.com/4f922r37